lunes, 12 de julio de 2010

Si lo que muere es el amor...

Si lo que muere es el amor...

He estado cuidando de la muerte tantas cosas... Cosas que podrían parecer tontas e intrascendente, cosas sin importancia... Y sin embargo, por ellas yo estaba atada a y vos rumiabas tu aburrimiento en las tardes interminables.

También vos cuidabas cosas de la muerte. Lo sé. Es doloroso, pero hay que decirlo.

Somos egoístas.

No me quedaba a tu lado por
, no te quedabas a mi lado por mí...

Sabíamos que el amor había pasado. Escuchamos el rumor de sus alas de gaviota
cuado el amor se alejó mar adentro, cielo adentro, mundo adentro, para deshacerse lejos de nuestros ojos.

¿Qué hicimos por impedirlo? Nada.

No se puede hacer nada para impedir que se astille, que se quiebre, que se muera el amor.

Cuando el amor se enferma, ya se sabe que no tiene remedio, que está fatalmente condenado.

El amor, el bello amor, tan frágil, tan indefenso, sin embargo.

Tan pronto se quema o se congela. Arde o tirita de frío. Pero es libre, no quiere ser guiado ni formado.

Un empujón lo lastima, lo saca de su cauce, lo arruina.

El amor, el bello amor...

Lo tuvimos con nosotros y no supimos mantenerlo vivo. Lo enfermamos de silencio, de costumbre, de aburrimiento. Lo herimos con el cuchillo de la soberbia, del orgullo, del
resentimiento.

Pero lo que más debe haberle dolido fue nuestro empeño en no dejarlo morir. Nuestros manoteos en el aire buscando la manera de prolongar su agonía.

Le inyectamos palabras, palabras, palabras...

Lo emplazamos con promesas de felicidad. Nos turbamos para nombrarlo con voces de mártires. Y el que más sufría era él...

En su nombre herimos, en su nombre nos volvemos egoístas y crueles. Por salvar el amor... -- decimos cómodamente echados sobre la costumbre, protegidos por la campana de vidrio de nuestra indiferencia, por el temblor de los otros--.

Por salvar el amor... sigo así.

Es triste, es muy triste... pero no estuvimos tratando de salvar el amor, sino otras cosas que iban a morir si el amor se moría.

Por ejemplo: el recuerdo...

Recuerdos que ya después no sirven para nada. Lágrimas que fueron derramadas y que después de la muerte del amor que las inspiró... tampoco sirven para nada...

Sonrisas y caricias que quedan planeando en el aire. Sin sentido.

Un tiempo de nuestro tiempo vivido en vano.

Eso es lo que no toleramos. Eso es lo que queremos salvar, y no el amor.

Queremos salvar
egoístamente nuestros preciosos minutos, el precioso aliento que gastamos en pronunciar palabras, el calor que emanó nuestra piel al estar cerca de otra piel.

Hemos estado cuidando de la muerte tantas cosas...

Cosas sin importancia. Y sin embargo, por ellas yo estaba atada a
y vos rumiabas tu aburrimiento en tardes interminables.

Por algunos programas de televisión que vimos juntos por las noches. Por algunos veranos de sol en los que corrimos por las playas doradas tomados de la mano. Por un ramo de violetas que me regalaste un invierno, hace mucho... Por las corbatas que te regalaba para tu cumpleaños. Por las frases que callamos porque ya estaban sobreentendidas. Por la rabia sorda que de vez en cuando nos invadía y hacía que nos odiáramos ferozmente. Por algunas discusiones que finalmente terminaban en nada, en un gran cansancio y en un cigarrillo fumado lentamente.

Nos ataban esas cosas, no el amor.

¿En qué momento murió el amor? Yo no lo sé. Tampoco vos lo
sabés.

Tal vez la última estocada se la dimos aquella tarde de lluvia a la salida del cine, cuando nos separamos en la esquina, como dos viejos amigos, y cada uno se fue a caminar por su lado.

O no. No.

Quizá fue esa noche en que descubrimos (sin osar decirlo) que ya no nos deseábamos, que una oscura amargura había tomado el lugar del deseo en nuestro cuerpos.

¿Quién sabe...? Es algo que no se puede decir con exactitud.

No me quedaba a tu lado por
. No te quedabas a mi lado por mí. Nos quedábamos juntos para no tomarnos el duro trabajo de enumerar verdades y aceptarlas, hacer nuestras valijas y marcharnos.

Lo que muere puede salvarse si lo que muere es una planta o una persona. Pero si lo que muere es el amor, morirá irremediablemente.

Venciendo la inercia preparé mi maleta, te escribí esta breve carta de despedida que encontrarás sobre tu
mesita de luz. Esta carta que te evitará el esfuerzo de tomar la decisión final.

Mañana o pasado dirás, seguramente: "Es una pena que Claudia no haya intentado salvar el amor..."

Lo dirás sabiendo que no hubiera sido posible salvarlo.

Lo dirás para no sentirte tan mal, tan mal como me siento yo...

Poldy Bird

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